El malestar en la cultura y la crisis en las instituciones

Exposición en el Seminario de Teoría Política. Doctorado en Ciencia Política – Universidad del Salvador. Primera sesión. 22 de agosto de 2005

El objetivo de esta primera exposición doctoral sobre el malestar en la cultura y la crisis en las instituciones, procura ofrecer un estado de situación a partir de diagnósticos disponibles, sin pretender agotar las interpretaciones que, conciente o inconcientemente, podrían llegar a responder a orientaciones unilaterales y sesgadas desde el mismo punto de partida. Un primer abordaje -El rostro de la crisis- registra las carencias de la sociedad compleja focalizadas en cinco factores que afectan la práctica institucional. Un segundo momento, explicación según sus causas generadoras, ahonda en la comprensión del fenómeno, según dos niveles referidos a la incidencia de algunos factores correctivos y a la insuficiencia de las respuestas dadas.

El malestar en la cultura y la crisis en las instituciones

  • En las oficinas, empresas, medios, organizaciones, hogares y foros se sigue hablando de la gran crisis argentina que habiendo superado las fronteras aun concita la atención -o curiosidad- de muchos países del planeta. En las usinas del poder y en los despachos oficiales todavía se padecen los efectos de la fractura institucional, mientras se asiste a los esfuerzos reparadores cuyos resultados son por el momento inciertos. En sede académica, pensadores, científicos y analistas investigan las causas de este fenomenal acontecer que pasará a la historia como la primera gran crisis del milenio.
  • Habiendo transcurrido cuatro años de aquel dramático epicentro cuyas consecuencias siguen produciendo sus efectos, los argentinos vemos agravado nuestro duelo con las nefastas predicciones sobre una inminente crisis económica mundial cuyas manifestaciones, de ocurrir, volverán a gravitar sobre las infinitas expresiones de la cultura institucional.
  • La necesidad de explicar este fenómeno de gran calibre nos lleva a dirigir una mirada interrogante destinada a identificar las secuencias y a develar los enigmas de esa “implosión cultural” donde toma sentido la crisis argentina en el concierto de las naciones. El análisis de sus factores y la explicación según sus causas, deben dar cuenta del sindrome fenomenal cuyas dimensiones y consecuencias no reconocen precedentes en la historia.

El rostro de la crisis

Para cualquier observador iniciado se hace evidente que, bajo el rostro aparente de una estructura institucional estable, subyacen tensiones y conflictos de intensa y variada especie, generadores de profundas divisiones intestinas. Tensiones y conflictos que se extienden como si fueran círculos concéntricos cada vez más amplios: desde las rivalidades individuales hasta la violencia social, pasando por las discordias domésticas y los enfrentamientos grupales. Estas y otras constataciones hacen muy complejo el funcionamiento del sistema institucional, resultando difícil tomar distancia para analizar con objetividad instituciones que nos incluyen y que aparecen como anacrónicas y obsoletas. En línea con esta interpretación, surge la pregunta pertinente. ¿Hasta dónde y cómo la cultura instalada puede conducir los conocimientos y dirigir las acciones de una sociedad más que turbada, confundida? Sin pretender abordar aquí y ahora la cuestión de saber si el diagnóstico es correcto para unos e incorrecto para otros, se estaría advirtiendo que tanto los teóricos como los prácticos multiplican sus esfuerzos tratando de desentrañar las raíces de una crisis institucional que se ha convertido en un verdadero enigma.

Tratando de dibujar el rostro de la crisis, repasaremos, desde lo menos a lo más y en aproximaciones sucesivas, cinco de sus factores relevantes: Tensiones en la arena política; falta de consenso estratégico; ausencia de “modelos de vida”; malestar en la cultura; crisis en la sabiduría convencional.

Texto correspondiente al capítulo 1 “El malestar en la cultura y la crisis en las instituciones” del libro del autor El futuro también importa (…)